28 diciembre 2013

Si tengo que elegir...


Si tengo que elegir entre tu sonrisa, brújula de este errante corazón, y tus caderas, me quedo en ellas. Prefiero perderme y que me encuentres, pendiente del movimiento oculto de tu pelvis. Prefiero morir y resucitar cerca de tu vientre, recorrerte, dibujar el mapa de tu cuerpo con mi piel y trazar con mis labios el camino de vuelta.

Si tengo que elegir, elijo mi lengua en tus nalgas, dando vuelta a tu cintura, bajando por tus piernas, cerca de tu ingle poderosa, sin rozar al principio tu miembro que se yergue ante mí y excita cada uno de los poros de mi cuerpo, en esta sensación de liviandad que me atormenta en las noches despiertas.

Si tengo que elegir, subo por tu espalda hacia tu cuello con mis manos sudorosas pendientes de cada uno de tus escalofríos y temblores, escuchar tus suspiros con tu boca en mi oído, buscar con mis labios tus hombros, tus brazos bien escritos con la tinta escultural de mi deseo.

Si tengo que elegir, dejaré que me recorras entera, escondiéndote en cada lugar de mi cuerpo, sin darme tregua, déjame sin aliento. Para ti se hicieron mis pechos que se hacen a tus manos y en ellas se deshacen y se tersan, son mi presente de futuros orgasmos perdidos en la niebla de los latidos de nuestros corazones. Dejaré que con tu piel me escribas a fuego la palabra locura, aquella que se intuye cada vez que me miras desde tus ojos de infinitas estrellas.

Si tengo que elegir, seré tuya de todas las formas que desees y deseo. Y serás mío, pues tus caderas pertenecen a mis sueños más húmedos, sujeto de mis desvelos más calientes. Y en ellas se perderán mis manos, mi boca, mi lengua... dirigida de nuevo hacia el centro de tu cuerpo, un universo que se expande ante mis iluminadas pupilas. Mirarte, tan solo mirarte, es estallar en el anhelo imperante de sentirte cerca de mi, rozándome, dentro de mí.

Y mientras mi lengua y mi boca se desnudan en tu pene, tus manos acarician de mis pechos hasta mi vientre, de mi vientre hasta mi clítoris. Mis manos no sueltan tus caderas, firmes en cada uno de tus gemidos. Te mueves como un volcán agitado y mi cuerpo empieza a palpitar, mi lengua sube por tu cintura hacia tu pecho, me detengo admirada en tus pupilas, y continúo mi camino agitado hacia tu cuello, sin soltarte, te hundes en mí, me penetras con la violencia de una llama a punto de apagarse que vuelve reclamada por el viento.

Si tengo que elegir, te elijo entero, porque soñé tu cuerpo antes de conocerlo, porque me sé de memoria la suavidad de tu cuello, las líneas de tu espalda, la fuerza de tus brazos, la plenitud de tu vientre, la resistencia de tus piernas, la ligereza de tus pies, la ternura de tus manos y, sobre todo, mi deseo en tus caderas. Porque detenerme en el lóbulo de tu oreja con mi lengua y jugar mientras me follas de manera incauta es el más maravilloso recuerdo de mis sueños. Te supe de memoria antes de estudiar como reaccionabas a mi cuerpo, mis movimientos, mis gemidos acompasados a la revolución de mi entrepierna cuando la manejas con esa intensidad que me desgasta hasta la médula.

Si tengo que elegir, te elijo dentro, tal y como estás, después de haber eyaculado en el último arrebato de pasión que nos dejó ciegos. Y en este definitivo abrazo de los cuerpos me ensancho, y vuelvo a perderme... dejando que busques en mí todas las maneras de poseerme.

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