23 marzo 2009

Calma

Y un verso que recorre los labios infinitos de la taza del váter.

Al menos, ahora, no tengo tiempo al egoísmo furtivo de las conversaciones a oscuras de mente a corazón. O de corazón a mente, todo depende del cristal con el que se mida la distancia.

Los conceptos bailan flamenco con los pies desnudos. Y yo no me canso de bailar con ellos, con la falda de vuelo de los recuerdos. Gaseosa y antigua, de tan descolorida tan hermosa. En el mundo del eterno retorno, la levedad del ser se convierte en gesto unánime para la asamblea de los sentidos. ¡Qué alboroto! ¡Qué falta democrática! ¡Qué falta de albedrío!

...cada setecientos años florece el laurel...


19 marzo 2009

Ansiedad


Miedo.
En cada uno de mis miedos poso mi pluma.

Me caigo,
y la red que he tejido para sostenerme
ha desaparecido
en el vacío líquido de mi memoria.

Intento planear, no rozar el suelo.

El mundo del eterno retorno...

08 marzo 2009

...muy lejos aquel París.


"Dejemos el miedo al rojo a las bestias con cuernos"

La revolución se estorba a sí misma en algunos rincones, y la ansiedad rescribe el silencio.
Son los renglones vacíos.

Mi día es azul en esta esquina de la tarde. Mientras espero que en la distancia una nota se escuche, al piano de la noche, y una caricia escriba en mi espalda las huellas de su recuerdo.

El francés me parece el idioma más triste de la tierra, cuando no te tengo cerca.


PROBLEMAS DE GEOGRAFÍA PERSONAL (Luis García Montero)

Nunca sé despedirme de
ti, siempre me quedo
con el frío de alguna palabra que no he dicho, con un
malentendido que temer,
ese hueco de torpe inexistencia
que a
veces, gota a gota, se convierte
en desesperación.
Nunca se despedirme
de ti, porque no soy
el viajero que cruza por la gente,
el que va de
aeropuerto en aeropuerto
o el que mira los coches, en dirección contraria,
corriendo a la ciudad
en la que acabas de quedarte.
Nunca sé
despedirme, porque soy
un ciego que tantea por el túnel
de tu mano y tus
labios cuando dicen adiós,
un ciego que tropieza con los
malentendidos
y con esas palabras
que no saben pronunciar.
Extrañado
de amor,
nunca puedo alejarme de todo lo que eres.
En un hueco de torpe
inexistencia,
me voy de mí
camino a la nada.

06 marzo 2009

Sentimiento

Etreinte, Picasso.
Sentido. Sentir. Sentimiento.

Puedo hablar varios idiomas, pero parto de una sola lengua. Y con ella te describo, por todos los rincones. Suave. Tranquilo. A veces me expreso con caricias fonéticas, como tu nombre enredando al mío.

En la distancia, escribo los sueños para acelerar con versos el reloj, latidos de piel dormida, que vuela, cada noche, esperando, locura atenta, perderse, de nuevo, en las notas desnudas de un piano.

Sus manos, por cada huella un sinsentido. Sensible.

Mi sensibilidad se resabla en una lágrima, y despierta. El corazón se vuelve mudo, de vuelta a la (in)diferencia, como una rosa azul en el desierto de su olvido. Y el mundo se vuelve corazón...

04 marzo 2009

Un pequeño inciso mundo.

Una aclaratoria especulativa sobre este cuchitril de azul lila: por aquí recorrerán algunos poetas sus sueños. Cuando digo poeta, digo persona que genera belleza. Cuando digo belleza, digo algo que celebra libertad.

Este nuevo mundo es un deslinde espacial cibernético. Aquí vale todo. Y cuando digo todo, digo sólo aquello que genere un sentimiento. El sentimiento que sea. Algunas veces, incluso, sentimiento significará negación. 

Una nota universal, desnuda en el desaliñado colchón de la melancolía, las cucarachas rondan los espejos. Y mi espejo es ciego.
"Conservación de los recuerdos" Historias de cronopios y famas. Julio Cortázar.

Los famas para conservar sus recuerdos proceden a embalsamarlos en la siguiente forma: luego de fijado el recuerdo con pelos y señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: "Excursión a Quilmes", o: "Frank Sinatra".

Los cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: "No vayas a lastimarte", y también: "Cuidado con los escalones". Es por eso que las casas de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras que en las de los cronopios hay gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempres de los cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las etiquetas están todas en su sitio.

03 marzo 2009

Inauguración de altos vuelos



NO SE ME IMPORTA UN PITO...

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando. 


OLIVERIO GIRONDO