06 julio 2016

El genocidio de las flores


Ahora que el Cantábrico se enreda en tu boca y la noche es el espejo de tu ausencia, Deméter te busca entre los acantilados. Te deshiciste en mis manos como una amapola, en aquella sala en la que habita la tristeza.

Desde hace una semana, la constancia del despertador es mi manía persecutoria. Escucho tu voz en este silencio que me ahoga, mientras intento que la rutina machaque las pesadillas y el insomnio. No sé si tengo fuerzas para inventarme una vida sin ti. No sé si existen flores suficientes en el mundo para honrarte. Ya no tengo casi lágrimas y las que me quedan las guardo por si apareces entre las sombras para rescatarme. 

Incluso para la muerte elegiste el momento más inoportuno. Soy incapaz de pensarte en pasado, incapaz de pensarte sin que me atraviese la rabia. Te prometí sonreír y lo hago de puntillas, con el corazón en el puño izquierdo, para no ser yo quien se enrede en tu boca.

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