23 agosto 2014

Sofía (extracto)

Sofía guardaba en su diario las imágenes de cada uno de sus latidos, para no volver a perderse. Había tardado mucho tiempo en encontrar aquello que algunas personas llaman el camino. El suyo no estaba marcado, se parecía más a un Picasso, pinceladas de colores sosteniendo en vilo la silueta de su vida.

Cerró la libreta y se metió en la cama. De su mente volaron los recuerdos, para posarse junto a la ventana. Luna se escondía en algún laberinto de hormigón. Esa noche volvió a soñar con los ojos negros, y el olor a tabaco encendido con cerillas, y una canción de Silvio... y se vistió de estrellas.

Al despertar, en su cabeza sonaban las notas de algún amor, los versos de algún poema leído a oscuras, entre las sábanas. En aquel momento, la sensación de estar de paso se hizo más nítida. Y lloró. Esa mañana se prometió subirse a su nube y salir volando, sin esperar a que las piezas del puzzle encajaran, dejándose llevar. Y su sonrisa alumbró más que los rayos que empezaban a cegar a los noctámbulos.

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