15 septiembre 2017

Caleidoscopio de claroscuros



Soy esta persona que ves frente a ti. Una mujer decidida a luchar por lo que siente. No soy otra cosa más que eso. Pero estoy cansada y triste. Me construí pacifista porque sino me pasaría la vida lanzando cócteles molotov, y porque algunas veces creo en la humanidad. Las injusticias me duelen en el pecho y en el estómago como si me estuvieran clavando en una estaca. Me produce impotencia no poder hacer más de lo que hago contra ellas. Soy lo que algunas personas llaman una intensa, lo reconozco, lo soy en el amor y también lo soy en el odio. No me gusta odiar, me produce asco, pero a veces no puedo evitarlo, aunque lo intente con todo el amor que llevo dentro.
Recojo las emociones de las personas que me rodean, y muchas veces me paralizan. Por eso me gusta encerrarme en mi cuarto a leer o escuchar música, me calma. Por lo mismo llevo cuatro años evitando cierto tipo de contacto. No me gustan las multitudes. Me abruman. Me gusta estar con la gente a la que adoro, aunque muchas vivan a cientos o miles de kilómetros. Pero también soy un poco desastre, porque son tantas las personas que tengo lejos que me tomaría mucho tiempo poder hablar con todas ellas. Mi relación con la muerte es distante, no sé qué decir si has perdido a alguien, debería de haber aprendido con la muerte de mi madre, lo sé, pero resulta que en esos momentos yo no quería estar más que con algunas (pocas) personas, en silencio. Aún me duele. La echo mucho de menos, y desfallezco al pensarla. 
Cuando estoy muy cansada no puedo dormir. Cierro los ojos y sólo veo caleidoscopios de claroscuros. Y, cuando consigo dormir, tengo pesadillas. Son pequeñas pesadillas cotidianas. Me levanto aturdida y triste. Me viene la ansiedad. Antes la pasaba comiendo y vomitando, ahora es diferente. Ahora me obligo a comer cuando estoy así, porque se me va el hambre. He intentado deconstruirme algunas emociones, construir otras formas de querer, creo que algo he conseguido, pero todavía me queda un largo camino. Para ello elaboré un muro enorme, que ahora está roto por algún lugar. No sé cómo lo han conseguido, será que los muros no contienen nada, o eso me han contado las hadas. No voy a volver a levantarlo, voy a destruirlo. He decidido ser una persona más sociable. He decidido luchar por mí misma. 
Algunas veces me gusta perderme en ensoñaciones, otras contacto con la realidad a través de la observación del mundo que me rodea. Nunca sabrás qué estoy haciendo, mi mirada es siempre la misma: de ausencia. Si hay algo que me gusta es aprender. Devoro libros, conferencias, escucho a las personas y adoro debatir. Algunas veces, incluso, me sitúo en el lugar contrario al de mi pensamiento. Si discuto contigo es porque me importas y porque me aportas ideas. No discuto con personas de las que no puedo aprender nada. Me gusta que me reten intelectualmente, me gustan las personas inteligentes. También me gustan las personas cariñosas, aunque a mí me cueste serlo en algunas ocasiones, que rompan mis defensas y me hagan sentirme vulnerable pero protegida. 
Me gustan las personas atrevidas emocionalmente, porque yo no lo soy, y las personas que me hacen serlo. Aquellas que sacan lo mejor de mí misma. Si me siento sola me imagino que me abrazan todas las personas que me aman, y me crezco, porque tengo la suerte de que son muchas y son inmensas. Cuando empiezo a pensar que, tal vez, sea una persona normal y corriente, miro a mi alrededor y pienso que si todas las personas que me quieren son tan especiales y tan hermosas, es porque yo también debo de serlo. Y sonrío. Como ahora. Gracias. 
Creo que soy valiente, y a veces saco una fuerza que no sé de dónde me viene. Lo llaman resiliencia. No me callo ante una injusticia, quizá algunas veces soy demasiado contundente en la respuesta. No puedo evitarlo. Ya avisé de lo intensa que era. Adoro estar haciendo cosas continuamente, me gusta cuando llega septiembre y todo se llena de actividades, reuniones, asambleas, concentraciones, manifestaciones. Me gusta la gente que lucha por la justicia, algunas de esas personas se han convertido en mi familia. Porque la familia también se escoge, y yo tengo la inmensa suerte de haber escogido a personas fascinantes y maravillosas, que me entienden y me quieren como soy.
No me gusta perder el tiempo (me desesperan las reuniones dispersas), no me gustan las personas que no se posicionan ideológicamente. Considero que la poesía y el amor son política. Y la belleza. Tampoco me gustan las personas que no tienen contradicciones. Y creo en la educación por encima de todo. 
Así soy, puede que no estés de acuerdo o me veas de otra manera, puedes decírmelo, me gusta aprender de mí misma sabiendo cómo me ven las demás. Voy a cerrar lo ojos y ver si el caleidoscopio desaparece. Necesito dormir. 

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