
Cerró la libreta y se metió en la cama. De su mente volaron los recuerdos, para posarse junto a la ventana. Luna se escondía en algún laberinto de hormigón. Esa noche volvió a soñar con los ojos negros, y el olor a tabaco encendido con cerillas, y una canción de Silvio... y se vistió de estrellas.
Al despertar, en su cabeza sonaban las notas de algún amor, los versos de algún poema leído a oscuras, entre las sábanas. En aquel momento, la sensación de estar de paso se hizo más nítida. Y lloró. Esa mañana se prometió subirse a su nube y salir volando, sin esperar a que las piezas del puzzle encajaran, dejándose llevar. Y su sonrisa alumbró más que los rayos que empezaban a cegar a los noctámbulos.